domingo, 15 de noviembre de 2009

Cómo surgió mi idea para el proyecto

Luego de haber subido mi borrador, voy a develar cómo llegué a ese tema.

A decir verdad, al principio no supe sobre que escribir. No tenía muy en claro el camino que quería elegir para mi trabajo. Luego comencé a considerar mis opciones, me gustaba un tema en particular: mi viaje a Santa Fe (sobre el que escribí en mi proyecto narrativo), pero redactado con un sentimiento de ironía. Me gustaba lo que había hecho Swift, pero sabía que no era mi estilo, y no estaba segura de si podría cumplir con el requerimiento del sarcasmo humorístico.
Un día después, una idea (en realidad un recuerdo) vino a mi mente: mi texto de experiencia de lectura. ¡Cuánto me había gustado escribirlo! Me había divertido y lo había disfrutado. Sin darme cuenta, tenía una segunda opción: la lectura de un libro preferido. Pero tenía un problema, ¿con qué lo relacionaría para crear una tesis y una cuestión a la cual argumentar? Si bien tenía el tema, aún faltaba.
La respuesta llegó esa tarde, cuando vi a mi hermano mirando la televisión. Le encanta mirar los programas y películas transmitidos por la pantalla chica. En seguida pensé: “¿cómo puede estar horas observando la tele? ¿Cómo puede gustarle tanto?”. Y me di cuenta de la diferencia en lo que ambos considerábamos entretenimiento y distención. Lo que él siento por la tele, yo lo siento por mis libros.
El tema de mi proyecto iba tomando cada vez más forma, gustándome más. Ya tenía una comparación, un problema. Pero aún faltaba algo, con la lectura del libro no sentía que alcanzaba, y pensé en el viaje. Tomé como argumento lo que a mí me sucede cada vez que leo en el jardín de la casa de mi abuela, mi libro preferido: Drácula. Ese pequeño viaje es el que me provee del contexto necesario para terminar de cerrar mi idea.
Una vez que tuve todo esto en claro, me senté y comencé a escribir mi borrador.

martes, 3 de noviembre de 2009

Borrador del proyecto ensayístico

Tras haber pensado un tema, una problemática y la forma de argumentar mi tesis, esta semana traté de realizar un borrador de mi proyecto ensayístico. De esa manera me gustaría comprobar si realmente estoy yendo por un buen camino.


Libro y viaje versus avance tecnológico

Habiendo terminado mi libro preferido, sosteniéndolo aún en la mano, no puedo hacer más que preguntarme: ¿porqué la gente no aprecia más estas historias transcurridas en mundos diferentes al nuestro? ¿Porqué es tan difícil que algunas personas acepten como entretenimiento este mundo de papel?

Como toda sensación única, la de leer y adentrarse en esas dimensiones que tanto nos atrapan, provocan un tipo de sentimiento absolutamente distinto a cualquier otro. No tiene comparación.
Para muchas personas, el avance tecnológico no sólo nos provee de mayores posibilidades para incrementar la comunicación entre los habitantes de los distintos lugares del mundo, por ejemplo; sino que toma un lugar en el ámbito del entretenimiento. ¿Qué mejor para distenderse que un juego de computadora, o las distintas páginas de internet, o un videojuego de PlayStation, o una película, o quizás sólo un programa de televisión? se preguntaran muchos. Bueno, debo contestar que todas estas formas de distenderse, no pueden competir ante la lectura de un buen libro, acompañado del viaje.
Para utilizar cada una de estas cosas es necesaria la tecnología; en otras palabras, no hay otra opción que depender de algo externo a nosotros. A los amantes de la pantalla chica les pregunto: ¿qué harían si van de vacaciones a un lugar donde no haya una en su dormitorio de hotel? ¿Se irían? ¿Sería una condición a la hora de hospedarse? No quiero imaginarme lo que sucedería si luego de buscar un lugar con “entretenimientos” de este estilo, se cortara la luz por tiempo indeterminado. Probablemente morirían. De aburrimiento, de fastidio, el tedio sería insoportable.
No pretendo ser despectiva con las opiniones de quienes gustan de los “entretenimientos falsos”, ni me gustaría ponerme en contra gente que quiero, sólo por que consideran ideas diferentes a las mías. Mi intención no es otra que despertar la curiosidad sobre la mezcla perfecta para relajarse, escapar sólo un rato a la realidad y divertirse: leer durante un viaje.
Si bien es verdad que la televisión se ha convertido en un método para distraerse o sentirse acompañado sin importar el momento del día (ya que funciona las veinticuatro horas para nosotros), no puede ganar una batalla limpia contra la lectura de un libro preferido. Cito a Ítalo Calvino cuando escribe: “…el ideal sería oír la actualidad como el rumor que nos llega por la ventana y nos indica los atascos del tráfico y, las perturbaciones meteorológicas, mientras seguimos el discurrir de los clásicos, que suena claro y articulado en la habitación…”.
Los clásicos, esos textos infaltables en nuestra biblioteca que provocan millones de sentimientos distintos. Cuando leemos “el” libro (seleccionado de entre muchos), creemos su historia, la vivimos paso a paso con el protagonista y hasta a veces uno mismo cree sentirse el héroe. Si nos gustan las novelas románticas, sentimos que también nosotros podemos enamorarnos y vivir un apasionado amor. Si nos gusta la aventura, soñamos con un descubrimiento que nos lleve a transitar caminos peligrosos, con la adrenalina corriendo por nuestras venas. Si nos gustan los textos policiales, nos imaginamos investigando y siguiendo la pista del asesino en un crimen de suma importancia. Y todo esto es posible porque hay un elemento que nos ayuda a sentirnos parte de ese contexto novelístico: el viaje. El causante de sentirnos parte de un mundo de papel que nos abre las puertas y nos invita a formar parte de una historia que quiere ser contada. Es él: el viaje. El que nos provee el lugar y el momento exacto para narrarnos lo que será, no un entretenimiento, sino una realidad distinta que explorar. Es más que un medio de distención, es una dimensión que nos lleva a lugares impensados, siempre dejándonos la duda de volver o no a nuestra realidad. Nos provee de vivir la experiencia de sentir el olor a los árboles de un bosque; o la brisa que siempre vuela junto al mar, mezclada de ese olor salado; o el calor seco de las montañas. No tiene comparación el sentimiento que nos recorre al vivir cada una de estas experiencias, mientras a su vez, nos insertamos en esas historias que no podemos dejar de leer. ¿Qué erigiría: un video juego, un programa de televisión, una película en donde vemos estas mismas imágenes pero no podemos sentir realmente, sólo lo imaginamos; o un libro y un viaje?

Aquí estoy, sentada en el jardín de mi abuela con la novela de Drácula en la mano, mirando la luna y las nubes que comienzan a tapar la luz, sintiendo coma la brisa nada entre los arbustos pasa a mi lado, preguntándome: ¿habrá algo más que un suave viento detrás de esos movedizos matorrales?
En cuanto a mi respecta, el libro (“mi” historia) y el viaje, cumplieron su cometido.