viernes, 17 de julio de 2009

Idea para mi Trabajo

Cada vez que pienso en la palabra "viaje", dos momentos vienen a mi mente: el primero esta relacionado con mis vacaciones. Todos los veranos me voy a la costa y todos los días realizo un pequeño viaje (dentro mi gran viaje vacacional) en bicicleta hasta un enorme bosque, donde sobre una manta en el piso apoyada contra mi árbol favorito, leo libros. El sentimiento es indescriptible. Siento que estoy en mi casa, y a su vez tanto el bosque como la costa son muy distintos de la ciudad.
El segundo momento, no es tan feliz. Tiene que ver con el viaje que realicé en tercer año de la secundaria (2003) a Santa Fe, con motivo de llevar ropa y alimentos debido a los destrozos causados por las inundaciones. Cuando llegamos encontramos todo absolutamente dado vuelta, destruido, los niños, padres, abuelos, animales, todos viviendo en condiciones deplorables. Una guerra o un desastre natural, en ese momento no se vio la diferencia.
Me gustaría escribir mi trabajo sobre este segundo momento, ya que tengo muchos recuerdos del mismo.

Relato Etnográfico

Era un viernes por la tarde, acompañaba a dos amigas a la peluquería del barrio. Cuando entramos había bastante gente, más mujeres que hombres. En seguida la señora sentada detrás del mostrador nos llamó la atención y nos preguntó que queríamos hacernos. Una de mis amigas se cortaría el pelo y la otra se haría las manos. Yo sólo era la acompañante.
Justo dos señoras mayores terminaron con sus respectivos cortes de pelo y se disponían a pagarle a la señora del mostrador. Dejamos libre el espacio para las señoras, y condujeron a mis amigas a un pequeño guardarropas para que dejaran sus abrigos. A la que se cortaría el pelo, le dieron una bata. A continuación se sentaron en distintas sillas, alejadas entre sí.
La peluquera que le cortaría el pelo a mi amiga, no tendría más de cincuenta años. En seguida le preguntó que tipo de corte quería, y comenzaron a charlar mientras la peluquera se ponía a trabajar. Mi amiga le contó como le iba con sus estudios, como estaba su familia y luego se habló del tema de las elecciones. La peluquera se mostró muy negativa en la creencia de un cambio nacional debido a las elecciones de nuevos candidatos, ya que ella no creía que pudieran modificar lo mal que se encuentra el país.
Luego opté por observar a los demás clientes. Había algunos hombres que la poca conversación que ofrecían, tenía como tema básico el fútbol. No pude escuchar demasiado ya que se atendían más lejos de donde yo me encontraba. Pude escuchar parte de la conversación de una mujer de unos cuarenta años de edad, que le contaba a su peluquera lo cansada que estaba de renegar con su hijo menor. Aparentemente el niño era la reencarnación de “Daniel el travieso”, pero potenciado. No sólo le iba mal en el colegio, sino que además la madre contaba como recibía constantes llamados de la directora por bromas que su hijo adolescente llevaba a cabo, a costa de otros chicos de su edad. La madre parecía adjudicarle la culpa a la falta de educación del colegio y de disciplina, obviamente culpa suya no era. A su derecha, había otra peluquera que atendía a su clienta de unos sesenta años aproximadamente. Esta conversación era totalmente diferente, la señora contaba como habían robado a una vecina suya de igual edad y que por suerte no había pasado a mayores. Le habían quitado el dinero y amenazado, y luego los ladrones habrían huido. La peluquera indignada, le decía que había que hacer algo con la inseguridad que sufre nuestro país, que uno no puede vivir con miedo a salir de su casa, que este problema necesita una solución inmediata. Otra clienta (a la izquierda de donde se sentaba mi amiga), que no tendría más de treinta y cinco años, contaba que uno de sus hijos sufría de mucha fiebre y tos, que tenía miedo al contagio de la gripe porcina. El médico ya lo había atendido y le había hecho los análisis, tendrían sus resultados en una semana. El peluquero que la atendía hizo una mueca extraña, lo que me llevó a pensar que no le gustaba mucho cortarle el pelo a esa señora, también tenía miedo al contagio.
Mi amiga terminó enseguida con su corte de pelo. Esperamos en los sillones tapizados de la entrada mientras llegaba nuestra compañera sentada más lejos de nosotras, en la parte final del salón. Cuando por fin apareció, estaba muy contenta con como habían quedado sus manos.
Fue muy interesante escuchar las distintas conversaciones que se llevaron a cabo mientras los peluqueros y manicuras hacían sus trabajos. Cada cliente tenía un tema para hablar, pero dependiendo de si era mujer u hombre, si era ama de casa o no, y de la edad que tenía, era el tema del que se hablaba. En esta peluquería, la mayoría eran amas de casa cuya conversación era sobre la familia, sus hijos, trabajo, etc. Las mujeres mayores tocaban temas como la inseguridad y lo mal que anda el país. Los más jóvenes, quizás no hablan mucho y si lo hacían, sólo era para tratar temas superficiales. Me llamó la atención esa división de temas según la edad. La próxima vez que tenga que ir a una peluquería, voy a estar atenta a nuevas posibilidades de conocer los pensamientos de las personas.

Crónica realizada sobre el Centro Cultural Recoleta

El día comenzó temprano para mí, me había levantado a las ocho y media de la mañana con el objetivo de desayunar tranquila y tener tiempo para llegar unos minutos antes de las diez al Centro Cultural Recoleta.
Mientras viajaba hasta allí, pensaba en cómo terminamos en ese lugar, en nuestro “plan B”. La idea original había sido ir con dos compañeras de clase a una obra de teatro, donde una de las actrices era conocida del padre de una de las chicas. Desafortunadamente ninguna de nosotras podíamos asistir el sábado a la noche al teatro, por lo que comenzamos a buscar alternativas vía mail. Una de las ellas mando tres ‘links’ con centros culturales distintos, uno de ellos se transformó en nuestro futuro plan B. Nos decidimos por el Centro Cultural Recoleta y su exposición de arte.
Llegué y esperé en la puerta mientras mis compañeras llegaban, pero una de ellas ya estaba adentro, así que entré con ella y nos pusimos a observar todo mientras llegaba la que faltaba.
Nos recibió un gran mostrador con muchos folletos donde contaban las distintas cosas que se podían ver en el Centro Cultural, pero lo que me llamó la atención fueron distintos aparatos de casi un metro y medio de altura. Nos acercamos a verlos más de cerca. Eran parecidas a esas máquinas en las que uno debe ingresar una moneda para obtener una gaseosa, o agua. Pero el lugar en donde se tendría que haber ingresado la moneda era de mentira, y no había gaseosas ni nada para tomar, en lugar de eso había pequeñas cajitas de cigarrillos con distintos dibujos. Cada aparato (había por lo menos cinco), estaba pintado con distintos colores, de acuerdo a distintos temas, que también respetaban las pequeñas cajitas. Sacamos algunas fotos de aquella extraña pero a la vez bonita demostración de arte, y seguimos adelante.
Se nos unió la compañera faltante y empezamos a recorrer un largo pasillo que a su izquierda y derecha tenía salas con distintas exposiciones.
Al principio tuve una sensación rara en el Centro Cultural. Ya había ido de más chica con el colegio y tenía en mi mente una idea de lo que me esperaba. Pero a su vez había pasado tanto tiempo, que no sabía que tan cambiado podías estar todo. Y cuando digo todo, me refiero tanto al Centro como a la concepción de arte que se podría tener en este momento del presente. Y no me equivoqué en ese pensamiento.
Empezamos a entrar en las distintas salas (siempre sacando fotos y tratando de grabar a algunas personas hablando, lo que nos resultó muy difícil ya que había muy poca gente). En total vimos once salas con muestras totalmente diferentes.
La primera contenía una serie de pinturas y de exposiciones artísticas realizadas con distintos materiales. Me resultaron extrañas algunas, pero no por eso menos bellas. Eran muy lindas. Tomamos fotos de lo que nos pareció interesante con una de las chicas mientras la otra tomaba notas.
Pasamos a la siguiente sala y nos encontramos con algo parecido, aunque se trataba de un tema y autor distinto.
La tercera de las sala tenía de nombre Prometeus, de Lucrecia Seligra (que poseía pinturas circulares en distintos colores que expresaban distintas cosas o sentimientos).
La siguiente era de Patricia Altmark, mostrando algunas de sus obras con materiales como arena de colores, polvo de ladrillo y sucesivas capas de pintura. Cuando comencé a mirar la exposición de esta obra, me sorprendió ver que no encontraba un hilo conductor, ni podía ver lo que significaba cada una de las pinturas. Cuando salí de la sala me fijé en una cartelera donde nombraba a cada una de las exposiciones de los artistas y explicaba la idea de los autores o de que trataban. Encontré la que recién había visto: “En la obra de Altmark no hay anécdota, no hay representación, no reproduce nada, ‘pintar es pintar’, no busca la perfección, hay en ella, mucho de intuición…”. Leer estos dos renglones en esa cartelera llena de indicaciones y explicaciones, me hizo pensar, me hizo dudar y reflexionar sobre la concepción de cada uno. Lo que cada persona imagina al pensar en el arte. Ciertamente esto era lo que se imaginaba Altmark sobre lo que siente al pintar.
La quinta demostración era de Mark Parr con el tema de “Playa”, fue la primera en sorprenderme. Constaba de imágenes, fotos sacadas a personas en distintas playas. La gente estaba en diferentes poses (sentada en la arena, parada, sentada en una reposera) hablando, escuchando radio o Cd’s en raros aparatos de música (aquí nunca vistos), niños jugando, etc. Algunos rasgos en los rostros de las personas delataban distintas nacionalidades. Cada foto tenía su encanto. Sin embargo me recordó mucho a las fotos que suelo tomar en vacaciones, cuando sorprendo a algún integrante de mi familia o a amigos cuando se quedan dormidos tomando sol, o comiendo un sándwich mitad lleno de arena gracias al viento, etc. Las fotos guardadas en mi cajón vinieron rápidamente a mi mente acompañadas por una sola pregunta: ¿yo también estaba haciendo arte al tomar esas fotos capturando momentos distintos?
Luego entramos en la siguiente sala, donde definitivamente las tres nos llevamos una sorpresa. Era de Claudia Aranovich y se llamaba “Zona de Luz”. Allí pudimos contemplar instalaciones espaciales, esculturas, relieves, cajas lumínicas, trabajos de orientación objetual que incluyen elementos paisajísticos, e inclusive fotografías fundidas en el poliéster o impresas sobre metal. Algunas habían sido realizadas con materiales como chapa de hierro, cobre, madera, cemento, vidrio y papel. Era muy extraño estar en esa habitación, con distintas formas geométricas gigantes, ciertamente inspiraba un clima raro. Las tres nos mostramos igual de confusas al contemplar las distintas esculturas. Había muchas en forma de huevos gigantes, parecía que algo adentro estaba por cobrar vida. Algunos de esas esculturas tenían plumas y otras materiales. Al final de la sala, había una gran escultura que colgaba del techo sólo un poco más arriba de nuestra altura. Tenía la forma de Argentina, para mí. Había algunas luces en distintas partes, y se posaba sobre una tabla blanca redonda (pero sin tocarla), que contenía un poema en forma de círculos, que para leerlo tenías que ir dando vueltas alrededor. A raíz de la sorpresa en esa sala, volvió a insistir en mi cabeza la pregunta sobre el arte. Eso se consideraba arte para la persona que lo había hecho, pero yo no sabía cómo tomarlo.
Al final de esa sala, pasando la escultura colgante de nuestro país, había otra sala, la de Claudia Fernández llamada “Tiempo”. Había distintos tipos de pinturas mostrando las distintas estaciones del año, los diferentes “tiempos” que pasamos, mediante un cielo oscuro de invierno, o un árbol en plena tarde con hojas caídas.
Nuestra próxima sala fue la de Juan Fontana llamada “Ciudad Dorada”. Nuestro primer vistazo nos dejó anonadadas. Había demasiados disquetes sobre una larga mesa. Todos pintados de color dorado, con alguna lentejuela pegada en algún lugar (que nunca se repetía). No entendíamos como podía ser una “ciudad”, ya que para nosotras no tenía esa forma. Nuevamente, las distintas concepciones de lo artístico invadían mi mente. Miramos todo con gran interés, tomamos notas, sacamos fotos, y luego leímos lo que decía en la cartelera: “En la exposición, un dibujo de Juan Fontana niño inicia el relato de la instalación, compuesta de una pintura, un dibujo y 10.000 disquetes, convertidos en tablillas (a la manera de las antiguas tablas mesopotámicas y egipcias), con nueva información: signos, marcas y tramas. Aparentan ser mapas con ubicación de posibles “tesoros”. Entonces pensé que si podía ser una ciudad, pero no como la nuestra del presente, con nuestros grandes edificios, algunas plazas y largas calles. Que diferente era todo en cada mente.
La siguiente sala era la número seis, una muestra de homenaje a Nélida Lobato en conmemoración del 27º aniversario de su muerte. En la misma se exponían fotografías, objetos personales, vestuario, programas y filmografía. La exposición estaba organizada conceptualmente en 3 ejes: retratos, Nélida mujer y Nélida vedette, teniendo esta secuencia un correlato en la selección del material audiovisual y fotográfico. Nos quedamos unos minutos observando, nuevamente tomando fotos y notas, y nos dirigimos hacia la última sala, la número siete.
Entramos y observamos las pinturas que había. Sacamos fotos y tomamos notas.
Al salir de la sala y volver por el pasillo hacia en hall central del Centro Cultural, nos dimos cuentas que había más gente que cuando llegamos. Todos igualmente inmersos en el mundo del arte, mirando las distintas obras.
Llegué a mi casa pensando que fue una experiencia distinta a la vivida años atrás en una excursión escolar. Esta ves, siendo más grande y teniendo otras ideas y conceptos aprendidos, veía las cosas diferente. La última vez que había ido a una exposición, había aceptado todo como arte sin discutir ni criticar sobre si lo era o no, sólo expresaba mi gusto: si me gustaba o no la pintura, escultura o lo que sea que viese. En cambio ese día había sido distinto, comencé a dudar sobre si era arte o no lo que veía. No comprendía como algunas cosas tan extrañas eran consideradas dentro de esa categoría. Aún hoy, me lo sigo preguntando tratando de encontrar una respuesta.
Es una experiencia que tendría que repetir y ver si nuevamente volvería a preguntármelo en un futuro. De lo que no dudo es lo interesante que resultó para mí. Tanto la exposición, como lo que me provocó luego.

Notas sobre los textos de Geertz, Pratt y M. Harvey

Notas sobre el texto de Geertz

Nunca me había puesto a pensar en la posibilidad de dudar sobre la credibilidad de un texto antropológico. Siempre imaginé que debía de haber una serie de pruebas que confirmaran lo que el antropólogo decía, además de la supuesta honestidad que todos deben tener.
Creo que corresponde que cada texto tenga una buena base literaria propia de un discurso serio, que quiere darnos a conocer lo que ha vivido esa persona, lo que ha visto, todo lo que compone una sociedad desconocida que es investigada; pero no pienso que sea necesario someterlo a un exámen crítico.
Cuando leo un texto de algún autor, dentro de la bibliografía de la materia Antropología, no siento que leo a un novelista, sino a un autor con estudios realizados, que quiere comunicar lo que comúnmente nosotros (la sociedad en general) no nos percatamos o no sabemos. Imagino al antropólogo como una persona con autoridad para hablar de lo que habla y pruebas que confirmen lo que él dice.
Considero difícil el trabajo de volcar al papel todo lo vivido, los sentimientos del antropólogo al estar en el área del trabajo de campo. Todo lo que sentimos o pensamos no siempre es fácil de describir, y para el investigador de esos “otros” tampoco debe serlo (sin contar que deben tratar de convencer al lector).
Todas estas cosas son las que trato de tener en cuenta cuando leo esos textos, y ahora lo tendré más aún.


Notas del texto de Pratt

Este texto de carácter en parte histórico, provocó que mi imaginación se trasladara a lugares lejanos de Europa. En la cronología que realizada por Pratt, la mirada de los europeos a como situaciones cambiaban es atrapante.
Pero este texto, no produjo en mí una reflexión al final como el anterior. El modo de narrar la historia, no me resultó tan llevadero, si bien el texto posee un atractivo contenido histórico.


Notas del texto de M. Harvey

El texto de Harvey hizo que mi imaginación volara, jugara, creara lugares que yo nunca había imaginado antes. Me llevó a pensar acerca de cuantos viajes esconden los mapas. Cuantas personas se han visto atrapadas por ese sentimiento a través de las situaciones que el autor cuenta. Harvey habla del origen de los mismos, y analiza un caso que se dedicó a investigar por años.
Este relato me atrapó, haciéndome reflexionar sobre el valor que le da a los mapas, viendo todo lo que provoca en el autor, y no sólo en él, sino también en el hombre que robaba mapas y los conservaba por la información que poseía, por ejemplo, dejando a un lado el gran valor económico que tenían.

Notas sobre los textos de R. Forster y J. Campbell

Notas de “El viaje profano”, de Ricardo Forster

El texto de Forster, muestra distintas maneras de viajar desde distintos puntos de vista, como el del romanticismo y sus opositores. Nos habla de “recorrer un camino interminable con una meta inalcanzable”.
Al leer esta frase, en seguida recordé todos los textos estudiados en la materia Antropología. Tratábamos de pensar en el viaje, siempre teniendo en mente al “otro” que desconocemos, con su respectiva cultura y forma de vida (la cual a veces no compartimos).
Rememoré todos los momentos en donde hablábamos del viaje como el despojo de todo lo familiar para instruirnos de eso que es tan extraño y desconocido.
Yo tenía mi propia idea de viaje, la cual siempre incluía el traslado de una o varias personas de un lugar a otro, el constante movimiento en sitios nuevos junto con el vivir y aprender nuevas cosas. Pero no había pensado en la posibilidad del viaje interno y solitario, el que es hacia nuestro pasado, que también propone el texto como otra posibilidad.
Según el relato de Forster, el viaje hacia la tierra del pasado, es el viaje hacia donde guardamos lo mejor de nosotros, pero también es una forma de escapar del presente.
No me había percatado de este viaje distinto al que yo estaba acostumbrada. Me sorprendió leer sobre ello, ya que tenía otra visión, una única que había incorporado hace tiempo en esa materia.
También creo que el viaje sea una experiencia interior y solitaria, ya que aunque sea colectivo cada uno sentiría de forma diferente y lo describiríamos de distinta manera haciendo hincapié en lo que cada uno considera de su interés.
Este relato me gustó mucho, ya que me dio otra forma de considerar el viaje y pude relacionarlo con los conocimientos que ya tenía sobre el tema.


Notas de “El héroe de las mil caras”, de J. Campbell

Este texto me resultó muy interesante. Me gustan los mitos y a su vez la psicología, por lo que su contenido me gustó y pude apreciarlo.
Si bien estaba interiorizada con la idea de que los sueños son manifestaciones del inconsciente, no pensé que estuviera relacionado con los mitos. No sabía que los símbolos de éstos, eran producto de la psique.
Me llamó mucho la atención los ejemplos que se encuentran en el relato, como el de Edipo, la leyenda del Minotauro, o el de Buddha. Donde sin importar el lugar, el tipo de mito que sean (religioso, leyenda, etc.) se asocian con nosotros, en nuestro presente, y hasta con nuestros sueños.
Más aún, me sorprendió ver como los héroes, también dejando de lado de que historia y tiempo fueran parte (religiosa, romántica, medieval, etc.), siempre poseían las mismas características que los convertían y ayudaban a ser héroes: en primer lugar tienen que separarse del mundo, luego penetrar en alguna fuente de poder y por último tiene que haber un regreso a la vida para vivirla con más sentido. Da algunos ejemplos donde muestra ese camino. Y el efecto que produce el héroe cuando ha triunfad, es desencadenar y liberar de nuevo el fluir de la vida por todos lados, como buen “ombligo del mundo” en el que se ha convertido, donde todo pasa por él, produciendo la plenitud mundial del bien y del mal.
El texto de Campbell termina explicando que en las últimas etapas de la mitología, las imágenes claves se esconden en hechos secundarios, que el hombre tiene que buscar, y una vez encontradas, el hombre comienza a ver un nuevo significado.
Me resultó muy interesante, aunque me gustó un poco más la lectura de la primer parte del texto, donde hacia más uso de la explicación psicológica.

Notas sobre la película "Estación Central"

Estación Central, es una película realizada por Walter Salles en Brasil, en el año 1998. En el día de hoy, llego a ella gracias a un trabajo en la facultad. Con la mayoría de las personas que he hablado, llegamos a la conclusión, que nos dejó en el pecho una sensación extraña, un sentimiento que no siempre es fácil de poner en palabras, algunos tales como el amor o tristeza.
La historia comienza con la importancia que se le da a las cartas en dos aspectos: por un lado, como medio de interrelación entre las personas; y por otro, la falta de educación que tenía la población, no todos eran capaces de escribir. Por eso Dora (la protagonista), brinda un servicio en la estación de tren: redacta por los que no pueden.
Ella es una mujer que a lo largo de su vida careció de afecto. Su padre era alcohólico, hecho que se repite en ella. Vive sola debido a que no tiene familia, ni marido, ni hijos. Por momentos da a conocer una parte de su ser muy cruel, indiferente a las demás personas y sus sentimientos, pero en realidad a lo largo de la historia, empieza a conmoverse ante algunos acontecimientos y personajes, convirtiéndola en una mujer más susceptible y mejor persona.
Por otro lado, tenemos a Josué: un niño de entre 9 y 11 años de edad, que vive con su madre. A pesar de su corta edad, muestra una personalidad fuerte, capaz de llegar hasta lo último para cumplir sus deseos. Es un chico terco, que no necesita de grandes problemas para fastidiarse. Es muy inteligente. Pero su vida cambia cuando van a la estación del tren. Un día pide a su madre que le mande una carta a su padre que nunca conoció, diciendo que quiere verlo. Un tiempo después, su madre muere atropellada por un auto a la salida de la estación, dejándolo solo.
En la historia también vemos la participación de Irene, la única amiga de Dora y de Isaías y Moises, que son los hermanos de Josué que no se conoce.
A lo largo del resto de la película, se ve como Dora ayuda a Josué a buscar a su padre, la única familia que le queda. Parten de Río de Janeiro y pasan por escenarios pobres, marginados, abandonados, donde la gente que vive no tiene acceso a un sistema educativo. Estos lugares son los que provocan desazón en el espectador, por que lamentablemente, sabemos que existen.
Ambos personajes pasan por una serie de obstáculos que deben superar. Por momentos todo indica que deberían rendirse, que sería lo más fácil. Pero no lo hacen. El niño posee un carácter muy fuerte que lo lleva a encontrar a su padre y a no darse por vencido.
En el viaje discute y pelea con Dora, pero luego de pasar tiempo juntos y prevalecer en el viaje, se encariñan el uno con el otro. Así es como la protagonista que todos conocemos como cruel e indiferente a las demás personas, se vuelve frágil y más humana. Hasta le pide que se quede con ella, que lo cuidará como a su hijo. Pero Josué se queda en la casa de su padre (que no sabe si volverá) con sus hermanos. Él debía estar ahí.
Esta película reelabora el concepto de road movies, ya que aquí no vemos el final feliz que usualmente caracteriza a estas viajeras historias (un nuevo hogar en su lugar de destino o un retorno feliz a casa), sino que el niño se queda con su padre y Dora permanece sola, aunque con un gran cambio en su persona, nueva visión de la vida.

Notas de lectura sobre los textos de: Piglia, Chejov, Borges y Carver


Notas de “Tesis sobre el cuento” de Piglia

“Tesis sobre el cuento” no solo me pareció sumamente interesante, si no que me hizo reflexionar mucho.
Piglia expone la tesis de que un relato siempre esconde un cuento secreto. Nunca había considerado esta posibilidad, lo que me llevó a reflexionar acerca de todos los relatos que leí, y que tenían escondido en su interior esa segunda historia, de la cual no me había percatado hasta el momento.
Recordando algunos cuentos, me sorprendo de encontrar no dos relatos secretos, sino tres o cuatro, o aún mas. Un ejemplo, es el caso de la novela Drácula de Bram Stocker (ese libro que significa tanto para mi, como ya he contado en otra ocasión) que posee más de dos relatos. Es una historia contada por todos los protagonistas en forma de crónica, donde cada uno expone lo vivido, sus sentimientos, su parte de historia, y que juntos constituyen el cuento de Drácula. Cada visión de los personajes, del relato, pueden considerarse como distintas historias.
Me gustó mucho este texto tan revelador que escribe Piglia, que produjo lo que algunos no habían logrado: provocar una reflexión en la persona que lo leyó.


Notas de “En el mar. Cuentos de marineros” de Chejov

Luego del relato de Piglia, cada vez que leía otros cuentos buscaba, sin darme cuenta, esa segundo historia escondida.
En el cuento de Chejov me vi atrapada por el descubrimiento de ese relato secreto: la historia entre la novia, su marido (el pastor) y el banquero, que se ve a través del relato contado por el protagonista de la historia principal.
Me gustó el vuelco que dio el cuento al final, pero más aún comprobar que la tesis de Piglia se aplica, como él dice, a todos los cuentos.


Notas de “La forma de la espada” de Borges

Después de haber leído los dos textos anteriores, incorporé no solo el objetivo de encontrar la historia escondida en próximos relatos, sino que además a medida que iba leyendo “La forma de la espada“, me embargaba el sentimiento de que en cualquier momento Borges daría a conocer algún hecho que me sorprendiera y provocara leer más deprisa debido al ansia de querer saber el final.
Ese momento tan deseado llegó cuando el narrador de toda la aventura en la quinta del General Berkeley, confiesa que él es Moon y no su compañero de la historia relatada a Borges.
El cuento escondido en este relato podría ser la historia de cómo el autor llega al lugar en el que habita Moon y qué sucede cuando este termina de contarle su aventura.
Me encantó el final ya que fue totalmente inesperado.


Notas de “¿Porqué no bailan?” de Carver

Este relato me resultó interesante pero algo confuso su final, ya que podría tener distintas interpretaciones. En esta última historia, no podía dejar de ser fiel a mi objetivo. Busqué ese segundo cuento escondido y lo encontré en el principio del relato, cuando el autor narra sobre el hombre que está en la casa bebiendo y recordando momentos y sentimientos. Luego no se hace ninguna alusión más a la vida del hombre, pero describe la visión de la pareja que quiere comprar muebles en el jardín.
El final de esta historia puede interpretarse de distintas formas. Se lo di para leer a mi mejor amiga para que me expresara su opinión. Ella pensó que por ahí el hombre que vieron los chicos, llevaba un tipo de vida nada social y no salía nunca de su casa a menos que fuera necesario, por eso sus vecinos no lo veían y se reían cuando la chica les comentó que el hombre estuvo con ellos.
Unos días después se lo di para leer a mi hermano menor, quien haciendo uso de su imaginación, me dijo que para él el hombre desconocido era el fantasma de quien había habitado la casa anteriormente.
Sin lugar a dudas, este relato provoca que cada uno fantasee con las distintas posibilidades que ofrece el texto de Carver.

Notas del libro "El mismo cuento distinto"

La historia “El mismo cuento distinto”, trata de un hombre que hace cuarenta años leyó ese cuento policial y quedó pasmado por la angustia que sentían las víctimas. Pasado el tiempo olvidó el nombre del libro y hasta se lo dio a alguien.
Años después comienza a viajar y se transforma en vendedor de libros (aunque la verdadera razón de que estuviese radicado allí, fuera para ver donde había vivido la madre, por indicación del padre). Él comienza a sentir que en ese lugar estaban sus raíces.
El hombre encuentra el nombre del libro haciéndolo saltar de la silla: “Magret”, el nombre del detective de su historia. El autor es de John Simenon. Pero no puede conseguirlo por lo que se pregunta si realmente es de ese autor.
Encuentra al escritor en un bar, pero no se anima a preguntarle por el libro, sigue buscando.
En el año 1983 en una fiesta, preguntó a Victor Cohen por los libros que hacía ya treinta años le había dado. Sólo conservaba tres, pero ninguno de ellos era el indicado.
Gracias a Julio Cortázar recordó a Simenon, y a la colección de la cual procedía el misterioso libro.
Finalmente, el hombre lo consigue luego de intentarlo tanto. El libro se llamaba “El hombre de la calle”. Estaba en francés.
El recuerdo de las víctimas perseguidas que narraban su historia, era erróneo. Magret, el perseguidor, era el que contaba el cuento.

Relato Narrativo con Inclusión de Palabras

Esta era sólo una noche de insomnio más del montón. John estaba sentado en su cama, mirando por la gran ventana del piso catorce la ciudad iluminada de Los Ángeles. Pero sus pensamientos volaban lejos de allí, recorrían los sucesos que habían pasado a lo largo de todos esos meses, teniendo como consecuencias decisiones que cambiarían su vida. Mientras recordaba, movía en su mano un vaso de ginebra.
Irse a vivir al extranjero había sido todo un desafío. Había dejado a su familia viviendo en Argentina: sus abuelos, padres, hermanos, sobrinos, su novia; todos formaban parte de ese pasado que tanto extrañaba y a su vez del presente, ya que seguían conformando su vida y no habían perdido contacto ni mucho menos.
Pensando en cómo los acontecimientos habían sucedido el día en que le comunicaron la posibilidad de un trabajo en el exterior, se dio cuenta de lo insólito que fue. Cuando despertó esa mañana temprano, no imaginó que le esperaba una oportunidad única, sino todo lo contrario. En el afán de querer desayunar rápido y mover todos los papeles de la mesa para hacer lugar, golpeó con su mano un pequeño bolsito de maquillaje que había olvidado su novia un día antes (oculto entre la montaña de hojas), haciendo que este cayera de forma estrepitosa al piso. Al recogerlo y abrirlo, no pudo más que hacer una mueca de desagrado cuando vio un espejo roto. Siete años de mala suerte, eso decían. Lo que le faltaba. Además del miedo que habían inculcado todos los vecinos como sentimiento natural, luego de haberse efectuado un robo tras otro en los últimos meses en algunas casas del barrio, ahora también tendría siete años de desgracia, según el mito popular de los espejos rotos.
Terminó de desayunar, se vistió y salió apurado hacia el trabajo, como constantemente le ocurría debido a la lentitud de sus movimientos causados por el sueño. No importaba a qué hora se levantara, siempre debía acelerar el paso para llegar a horario.
Al llegar, su jefe le comentó la posibilidad que le ofrecían de irse a trabajar al exterior. Lo que ciertamente sintió más como una amenaza, ya que sabía que era uno de los pocos con la formación académica necesaria para el manejo de esos difícil problemas informáticos que tenían en esa lejana oficina. Se vio sorprendido y en medio de una encrucijada. Dejar a todos lo que amaba por un futuro que siempre había deseado, o quedarse en su casa actual con su trabajo (en el que seguro tendría alguna consecuencia su negativa, en el caso de darla, no podían enviar a otra persona a hacerlo).
Tras pensarlo mucho y comentarlo con su entorno, aceptó la oferta. Finalmente, luego de luchar por un reconocimiento, llegaba.
No necesitó buscar de una nueva casa, le ofrecían un departamento cerca del lugar de trabajo en el mismo edificio donde vivían una serie de empleados de la empresa, que podía pagar con su nuevo salario tranquilamente. Sólo necesitó unos días para ordenar todas sus cosas y viajó. Ya encontraría la forma de mantener la relación con Clara, su novia de hacía años.
Su nuevo trabajo le encantó, sus compañeros eran muy amables y sin ningún tipo de sentimiento competitivo que debía evadir. Al pasar los días se sintió más cómodo y entabló amistad con muchos de sus colegas, pero eso no ayudaba a dejar de sentir esa extraña sensación en el pecho que había aparecido hace un tiempo.
Todos los días de caminó al trabajo, atravesaba una gran plaza de amplios caminos cercados, un hermoso y corto pasto, y con raras plantas que soportaban las distintas estaciones del año. Un día, luego de salir de la oficina tras haber vivido una de las jornadas más cansadoras que había tenido, decidió hacer un descanso y contemplar el bellísimo paisaje. Se dirigió hacia una pequeña y linda fuente construida hacía años. Se sentó en uno de los grandes bancos y en seguida escuchó un suave quejido animal. Se dio vuelta y se encontró un perro negro, que no debía tener más de una semana de vida. Miró para todos lados, pero no logró ver a nadie. Pensó que lo habían abandonado, así es que lo envolvió en su abrigo y lo levantó del piso. Fue hasta la veterinaria más cercana y contó lo ocurrido. Efectivamente, sólo tenía muy poco tiempo de vida, por lo que necesitaba un cuidado especial. No lo pensó dos veces, compró todo lo necesario para el pequeño cachorro y se lo llevó a su hogar.
Durante días, semanas, meses, y aún hasta ese momento, sentía que era su compañía, su amigo. El perro, llamado Chester, lo adoraba. Lo seguía a todos lados, lo recibía con alegría cuando regresaba de trabajar y si John se dormía, trataba de subirse a su cama para dormir con él sin que se diera cuenta. Ocho meses habían pasado y si bien sus nuevos amigos del trabajo y su nuevo compañero de vivienda lo hacían sentir bien, el sentimiento extraño en el pecho seguía.
Una semana atrás (su primera noche de insomnio), recordó que había guardado algo en valija de viaje que nunca había sacado del bolsillo. El pañuelo con el que había limpiado las lágrimas de Clara en la despedida del aeropuerto estaba allí. Ese fue el momento clave en el que se dio cuenta de la causa de ese sentimiento en el pecho. Ya sabía que la extrañaba, de hecho se lo decía todos los días cuando hablaban por teléfono, pero no cayó realmente en la magnitud de su amor por ella, hasta que tuvo ese pañuelo entre sus manos. Parece algo estúpido, pero abrió sus ojos. Estar enamorado es parecido a sentirse capaz de volar sin levantar los pies del suelo. El mundo empieza a girar sobre otro eje. Ya no se es independiente, sino que se pasa a ser algo dependiente de la persona que se ama. Ya no hay que pensar por uno mismo, sino por el bien de los dos. Todo cambia.
Realmente no era un sentimiento nuevo para John. Sentía eso por su novia desde hacía muchos años, nunca había dejado de amarla. Pero esa vez era distinto. Tener en la mano ese pañuelo manchado por las lágrimas, ya secas, había despertado algo en el interior de él, algo distinto. Y sabía lo que era.
A la mañana siguiente la llamó. Hablaron durante mucho tiempo y finalmente la invitó a pasar unos días con él, dentro de una semana. Ella siempre que podía lo visitaba, pero no tanto como ambos quisieran, ya que Clara no podía pagarse el pasaje con su sueldo y él tampoco. Durante la semana compró su pasaje con los ahorros que tenía (ella lo retiraría en el aeropuerto de Argentina) y también un presente. Más que un regalo para darle, era algo para los dos.
En esos momentos, sentado en la cama mirando por la ventana, a sólo unos momentos de que Clara llegara a su casa (lo había llamado para decirle que su vuelo salió antes de lo esperado y ya había llegado al aeropuerto), sentía más nervios de los que había pensado que sentiría.
Dejó su vaso sobre la mesita de luz y tomó una pequeña cajita negra. La abrió. El anillo con diamantes brillaba desde el interior. Esperaba que le gustara. Esperaba que aceptara. Esperaba que quisiera comenzar una nueva vida junto a él. Pero John sabía que era mucho lo que pedía. Debía cambiar de hogar, de país. Dejar a su familia. No sabría si ella sería capaz de todo eso. Él no podía abandonar su trabajo, su sueño por el que tanto había luchado. Y quería estar con ella, sólo con ella, por siempre.
Los nervios, la ansiedad, todo rebalsaba. Tenía dudas sobre cual sería su respuesta, ese era el mayor miedo. No pretendía seguir estando solo, era hora de formar una familia. Quería que el polluelo, que había salido del cascarón al irse a vivir tan lejos y superar todos los difíciles retos que le ponía su nueva vida, se convirtiera en pájaro para poder volar. Pero sólo quería volar estando acompañado de una persona. En ese momento, interrumpiendo sus pensamientos, sonó el timbre de la puerta. Caminó rápidamente y la abrió. Allí estaba: la mujer más linda que había contemplado jamás y a la que amaría por el resto de su vida. En cuanto miró sus oscuros ojos, vio reflejado el mismo amor, la misma extraña expresión de nervios. Ella sonrió y él supo en ese mismo instante, que ella diría que sí, que tendrían una feliz vida, uno junto al otro, amándose hasta siempre, porque ella sentía exactamente igual que él.

Notas - Relato sobre el 24 de Marzo

Un año más ha pasado y nuevamente llegó el 24 de marzo. Esta fecha que tendría que tener una concientización importante por parte de los medios, no pudo estar más lejos de lo que merecía. Creo que trató el tema de forma muy obligada, lo justo y necesario, para no provocar en un futuro el comentario de que no se había hablado del tema.
Los diarios dijeron que un día antes, el 23 de marzo, ya se había empezado a conmemorar el acto de repudio a treinta y tres años del último golpe militar. Dieron a conocer los organismos de derechos humanos que participaron y la cantidad de gente que acudió a la plaza de Mayo.
Es una pena que los medios, con la llegada masiva que tienen a millones de personas, lo desaprovechen y lo utilicen para cumplir con la obligación de dar la noticia, y solamente eso.

Mi experiencia de Escritura y Línea del Tiempo

Línea del tiempo de mis Escrituras

8 años 1996 Mi primer cuento de ficción.

12 años 2000 Escritura de una historia para un concurso realizado en la primaria del colegio.

17 años 2005 Monografía sobre el Martín Fierro.


Mi experiencia de Escritura

Leer fue mi primera pasión, escribir la segunda.
Desde muy temprana edad me vi envuelta en las diversas historias que me ofrecían los libros para entretenerme, por lo que sólo me abocaba a la lectura.
Recién a los ocho años que intenté cambiar el rol de receptiva de cuentos, a creadora de los mismos. La inspiración que sentí tuvo origen en una novela para niños que había leído. Al llegar al final y saber que no habría otro próximo encuentro entre esos cuentos y yo, decidí escribir una continuación de esa historia.
Pero con el tiempo se convirtió en algo más difícil de lo que pensaba y llegado a un determinado punto no supe cómo continuar. Fue mi historia sin final.
Esa fue la primera vez que me enfrenté al desafío de la escritura. Cuatro años después, llegaría el segundo momento.
A los 12 años (ya en séptimo grado) se realizó en mi colegio un concurso con todos los alumnos de los últimos dos años de primaria. Teníamos que escribir un cuento relativamente largo con la única condición de incluir en el relato, una serie de objetos que los profesores nos indicaron. El resto corría por cuenta nuestra. Podíamos escribir sobre lo que quisiéramos a lo largo de unos cuantos días estipulados para la elaboración del texto.
Luego de una semana de haber entregado las historias, nuestros maestros anunciarían a los finalistas y al ganador.
Al principio pensé que no podría terminarlo, pero a medida que escribía la imaginación me facilitaba el siguiente paso. Antes de lo que pensé, tenía escrita mi historia y ganado mi reto personal, ya que esta vez sí había logrado terminar un cuento largo.
A la semana nos dieron los resultados del concurso y me sorprendió enterarme que si bien no había sido la ganadora, había llegado a la final. No sólo había triunfado contra mi desafío interno de finalizar la historia, sino que tenía una medalla para demostrarlo.
Pero no fue hasta los diecisiete años (mi último año de secundaria) cuando tuve que enfrentarme a algo que no me provocaba placer escribir, a diferencia de lo que me había sucedido siempre. Debía hacer una monografía sobre el Martín Fierro.
Para ser honesta, me aburría terriblemente y no podía conciliar la idea de escribir hojas y hojas desarrollando la hipótesis impuesta por la profesora.
Una vez más, me puse en el rol de escritora y comencé con una redacción difícil y larga. Un mes era el tiempo que teníamos para elaborarla, un mes fue lo que me llevó realizarla. Me costó lo que pensaba, pero finalmente estaba terminada.
Tras releerla un centenar de veces, sentir la sorpresa de haber podido con mi tercer desafío y los nervios del momento, entregué mi monografía, mi último trabajo de la secundaria, consiguiendo una buena nota como resultado. Una vez más, logré terminar ese largo texto.
La satisfacción de terminar un extenso cuento, fábula, análisis, es más que de bienestar. No sólo cumplí consignas y conseguí buenas notas o llegar a la final del concurso, sino que superé el pensamiento inicial que me agobiaba.
Pude empezar y terminar lo que escribía, ser escritora de mis historias.

Mi experiencia de Lectura y Línea del Tiempo

Línea del tiempo de mis lecturas

10 años “El Pequeño Vampiro”

12 años “Harry Potter”
“Cianuro Espumoso”
“El misterioso Sr. Brown”

14 años “Orgullo y Prejuicio”
“Sensatez y Sentimiento”
“Relato de un Náufrago”

16 años “Drácula”
“Los tres Mosqueteros”
“La importancia de llamarse Ernesto”


Mi experiencia de Lectura

Siempre me gustaron las historias fantásticas. Recuerdo las noches que de pequeña compartía con mis dos primas en el jardín de la casa de mi abuela, cuando ella nos contaba esas terroríficas historias de monstruos, demonios y, sobre todo, vampiros. La verdad es que desde que supe de su existencia, me vi atrapada por los cuentos y leyendas de estos últimos. Sin lugar a dudas era mi preferido dentro del género.
Jamás podré olvidar cuando nos sentábamos sobre la gran manta en el medio del jardín alrededor de mi abuela Había sólo unas pocas luces encendidas, creando el clima perfecto para asustarnos lo justo y necesario, provocando la falta de sueño que nos llevaba a pasar las noches en vela sin dejar de comentar la historia escuchada, y a la vez, nos obligaba a mirar de reojo hacia los rincones oscuros.
Siempre admiré su imaginación y su capacidad de asustar. De nosotras tres, yo era la que esperaba con mayor ansiedad esas tenebrosas noches, y ella lo sabía.
Al crecer, nuestros encuentros empezaron a posponerse por distintos motivos. La magia que me esperaba todos los fines de semana en ese jardín, transformado por mi imaginación en un mundo de fantasía, comenzó a desaparecer conforme nos reuníamos menos.
A los 12 años mi abuela me regaló un libro: Drácula. Lejos de sufrir una decepción, me fascinó. Leí las primeras hojas minutos después de haberlo recibido y no pude más que hacerme una promesa: sólo lo leería los fines de semana cuando me quedara a dormir en su casa, de noche y en ese pequeño prado convertido en los distintos escenarios de mis historias fantásticas.
No hubo un sábado o domingo que no estuviese sentada en ese jardín, abstraída por esa terrorífica leyenda. Aún hoy, recuerdo lo que sentía allí en el pasto rodeada por la oscura ligustrina: cómo la ansiedad (producto de esos momentos claves) me llevaba a acelerar la lectura y modificaba los gestos de mi cara. Nunca voy a olvidar cuando al comienzo de la historia, Jonathan Harker (uno de los personajes principales), es llevado al castillo del conde Drácula en una carreta manejada por un cochero misterioso. La tenebrosa descripción que realiza Bram Stoker de él, llevó a mi imaginación a crear un personaje aterrador y escalofriante, que sólo hacia que me apasionara más por la lectura.
Otro momento que recuerdo, probablemente el que me dio mayor sensación de terror debido a lo sobrenatural de la situación, fue cuando nuevamente Jonathan Harker relata el momento en que vio desde la ventana de su habitación (aunque celda describiría mejor donde se hallaba, ya que lo había tomado prisionero el conde), como su anfitrión sale por la ventana de su cuarto en la torre y desciende por la misma pegado a ella como lo haría una lagartija. Recuerdo que al leer esa parte, sin darme cuenta, cambié la postura: sentada como estaba en el jardín, encogí mis piernas cerca del cuerpo y mantuve el libro abierto con una mano mientras con la otra me tapaba la boca, como quien tiene miedo al ver una película. Mi abuela, que me observaba por la ventana, se rió al verme con esa expresión en el rostro, provocando que yo me riera también.
En ese momento fui consciente de lo mucho que significaba para mí el ambiente en el que leía que me transportaba a compartir escenas con los personajes y hasta enfrentarme con el mismísimo dueño de mis fantasías, Drácula.
Pasados los años no volví a leer el libro si bien es uno de mis preferidos. Me gustaría entrar en ese mundo fantástico nuevamente, pero sé que no será lo mismo si no lo leo en el contexto que provocó tanto en mí anteriormente.
La importancia que tiene esa historia para mí es inexplicable, ya que fue la bienvenida a un mundo distinto y único al que siempre puedo acudir, y de hecho lo haré con frecuencia el resto de mi vida.