viernes, 17 de julio de 2009

Mi experiencia de Escritura y Línea del Tiempo

Línea del tiempo de mis Escrituras

8 años 1996 Mi primer cuento de ficción.

12 años 2000 Escritura de una historia para un concurso realizado en la primaria del colegio.

17 años 2005 Monografía sobre el Martín Fierro.


Mi experiencia de Escritura

Leer fue mi primera pasión, escribir la segunda.
Desde muy temprana edad me vi envuelta en las diversas historias que me ofrecían los libros para entretenerme, por lo que sólo me abocaba a la lectura.
Recién a los ocho años que intenté cambiar el rol de receptiva de cuentos, a creadora de los mismos. La inspiración que sentí tuvo origen en una novela para niños que había leído. Al llegar al final y saber que no habría otro próximo encuentro entre esos cuentos y yo, decidí escribir una continuación de esa historia.
Pero con el tiempo se convirtió en algo más difícil de lo que pensaba y llegado a un determinado punto no supe cómo continuar. Fue mi historia sin final.
Esa fue la primera vez que me enfrenté al desafío de la escritura. Cuatro años después, llegaría el segundo momento.
A los 12 años (ya en séptimo grado) se realizó en mi colegio un concurso con todos los alumnos de los últimos dos años de primaria. Teníamos que escribir un cuento relativamente largo con la única condición de incluir en el relato, una serie de objetos que los profesores nos indicaron. El resto corría por cuenta nuestra. Podíamos escribir sobre lo que quisiéramos a lo largo de unos cuantos días estipulados para la elaboración del texto.
Luego de una semana de haber entregado las historias, nuestros maestros anunciarían a los finalistas y al ganador.
Al principio pensé que no podría terminarlo, pero a medida que escribía la imaginación me facilitaba el siguiente paso. Antes de lo que pensé, tenía escrita mi historia y ganado mi reto personal, ya que esta vez sí había logrado terminar un cuento largo.
A la semana nos dieron los resultados del concurso y me sorprendió enterarme que si bien no había sido la ganadora, había llegado a la final. No sólo había triunfado contra mi desafío interno de finalizar la historia, sino que tenía una medalla para demostrarlo.
Pero no fue hasta los diecisiete años (mi último año de secundaria) cuando tuve que enfrentarme a algo que no me provocaba placer escribir, a diferencia de lo que me había sucedido siempre. Debía hacer una monografía sobre el Martín Fierro.
Para ser honesta, me aburría terriblemente y no podía conciliar la idea de escribir hojas y hojas desarrollando la hipótesis impuesta por la profesora.
Una vez más, me puse en el rol de escritora y comencé con una redacción difícil y larga. Un mes era el tiempo que teníamos para elaborarla, un mes fue lo que me llevó realizarla. Me costó lo que pensaba, pero finalmente estaba terminada.
Tras releerla un centenar de veces, sentir la sorpresa de haber podido con mi tercer desafío y los nervios del momento, entregué mi monografía, mi último trabajo de la secundaria, consiguiendo una buena nota como resultado. Una vez más, logré terminar ese largo texto.
La satisfacción de terminar un extenso cuento, fábula, análisis, es más que de bienestar. No sólo cumplí consignas y conseguí buenas notas o llegar a la final del concurso, sino que superé el pensamiento inicial que me agobiaba.
Pude empezar y terminar lo que escribía, ser escritora de mis historias.

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